El análisis organoléptico comienza con una copa especial de cata en cuyo interior se encuentra la muestra de aceite; manteniéndola con el vidrio de reloj (una tapa que sirve para cubrir la copa), se inclina ligeramente, y en esta posición se le da un giro total a fin de mojar lo más posible la superficie interior. Hecha esta operación, se separa el vidrio del reloj y se pasa a oler la muestra realizando inspiraciones lentas e intensas para evaluar el aceite. Una vez realizado el ensayo olfativo los catadores pasan a enjuiciar las sensaciones bucales. Para ello se toma un sorbo de aceite, de unos 3 ml aproximadamente. Es muy importante distribuir el aceite por toda la cavidad bucal, desde la parte anterior de la boca y la lengua, por los laterales y la parte posterior, hasta los pilares del paladar y la garganta, ya que, como se sabe, la percepción de los sabores y las sensaciones táctiles se hace con distinta intensidad según las zonas de la lengua, el paladar y la garganta.
Debe insistirse en la necesidad de que el aceite se extienda en cantidad suficiente y muy lentamente por la parte posterior de la lengua hacia los pilares del paladar y la garganta, concentrando la atención en el orden de aparición de los estímulos amargo y picante. Si no se procede así, en algunos aceites ambos estímulos pueden pasar inadvertidos o el amargo quedar
oculto por el picante. La sensación táctil del picante también debe tomarse en consideración, por
lo que conviene tragar el aceite.
Figura de una copa de cata propia para el aceite de oliva.